12 de noviembre de 2015

Antas, cincelado por las aguas de su río

Iglesia de Antas.
A la ribera del río Antas, emerge la bella silueta del pueblo del mismo nombre, cincelado piedra a piedra por las aguas de uno de los ríos más fascinantes de la provincia de Almería. En la margen izquierda del río se asentó una de las civilizaciones prehistóricas más importantes de Europa. Los yacimientos arqueológicos de El Argar y La Gerundia, que se encuentran en el municipio de Antas dieron nombre a la "cultura argárica" por su excelente estado de conservación, y fueron el germen de este pueblo del Levante almeriense. Los descubridores de éstos yacimientos y de la mayoría de los que encontramos en la provincia fueron los hermanos Siret, a los que atribuimos casi todo lo que sabemos de nuestra historia y nuestro pasado.

Las sociedades prehistóricas que habitaron y cultivaron éstas fértiles tierras estaban jerarquizadas, con varios estratos sociales bien diferenciados, con lo cual, la sociedad argárica se puede considerar como uno de los primeros Estados de la península Ibérica, con unos líderes que dominaban al resto de la población, dedicada en su mayoría a la caza, pesca y recolección de cereales.

La ermita de la patrona en la Era del Lugar.
Podríamos seguir hablando largo y tendido sobre éste río del Levante, ya que tiene hojas de libros para rellenar. Nace en Lubrín, y atraviesa los términos municipales de BédarLos Gallardos, el propio Antas, y desemboca en el Mediterráneo, en la playa de la Almica, municipio de Vera. En la desembocadura se forma una impresionante laguna, rodeada de una vegetación autóctona, plagada de juncales, carrizales y saladares. Ésto se convierte en el nido perfecto para miles de aves migratorias que se dejan ver por los humedales a lo largo del año.

Se trata, en definitiva, de otro río que fluye por el desierto que se extiende por el interior de la provincia al igual que el río Aguas. Generoso, fertilizando las huertas de su vega desde tiempo inmemoriales. Y ansioso, también, por darse a conocer .
Ermita del Cabezo de María, sobre la chimenea de un volcán.
Calle del Aire y edificio del ayuntamiento.
Desviándonos por la autovía A-92 en dirección Antas, lo único que vemos es el verdín de los naranjos que cubre una extensa zona de cultivos. Lo único que sobresale del campo de cítricos es un espectacular cerro, coronado con una ermita de paredes blancas. Se trata de un antiguo volcán, y hasta lo más alto de su chimenea suben una vez al año los vecinos de Antas en romería.

Una vez llegados al casco urbano de Antas sorprende gratamente una explanada a modo de bienvenida, se trata de la Era del Lugar, zona donde se sitúa el mercado una vez a la semana y se celebran las fiestas populares. La era ya nada tiene que ver con la función agrícola que desempeñó desde que su entorno se ajardinase con la construcción de una ermita dedicada a la patrona del pueblo. Se recomienda pasear sin prisas por las calles del Aire o del Carmen y echar un vistazo a su arquitectura tradicional.
Panorámica de Antas desde el otro margen del río Antas. Sierra Cabrera al fondo.

La Maravilla
Acueducto El Real de Antas.

La introducción del cultivo del naranjo a finales del siglo XIX supuso el abandono de los bancales de cereales en el municipio de Antas y los campos de regadío se expandieron por cientos de hectáreas. Para transportar el agua necesaria para abastecer las fincas se construyeron infinidad de acequias, boqueras y el acueducto de "El Real de Antas", uno de los símbolos de la ingeniería almeriense del siglo XIX.  A lo largo de sus trescientos metros corría el agua que se recogía en los ríos o en las ramblas. Tras su reciente rehabilitación se ha prescindido de de muchos de sus arcos para no estorbar la circulación por la carretera aledaña al monumento.

Las construcciones antiguas como la Era del Lugar o el acueducto de El Real perdieron hace tiempo sus funciones ya que las civilizaciones avanzan y se sobreponen a las anteriores. Pero ha sido un éxito por parte de este pueblo poder conservarlos, y una vez rehabilitados, poder lucirlos para el turismo que es una gran fuente de ingresos, y sobretodo, un recuerdo imborrable del pasado. Si a todo esto se le suma además los yacimientos arqueológicos, el resultado es una visita obligada.
El Real de Antas.
La población de Antas supera ya los tres mil habitantes y no deja de crecer. Ya no se dedican a la minería, ni a la plantación masiva de cítricos, pero al menos los jóvenes no tienen que emigrar a otras ciudades como ocurre en otros sitios. Con una economía basada en la agricultura y el pequeño comercio, se levantan cada mañana para llevar a su pueblo a lo más alto.

Nos marchamos de Antas con la suerte de sumar nuevas historias y recuerdos. A medida que nos alejamos, la panorámica de El Real es esplendorosa, quedando el acueducto entre naranjos. Nos gustaría estar aquí mucho más tiempo, pero nuevas maravillas nos esperan en el pueblo vecino de Vera, en nuestra ruta por el Levante.
El Real de Antas entre naranjos.

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