13 de octubre de 2015

Turre, sainete de sierra Cabrera

Entrada de Turre por el río Aguas.
Donde las pendientes se suavizan y lo abrupto queda en las alturas, capaz de conjugar el buen gusto y la innovación, con el respeto del entorno y la tradición, allí está Turre, como ese sabor dulce y suave que te deja un gofre después de una comida exquisita. Para la fundación de Turre se eligió un prado extenso en las últimas estribaciones de sierra Cabrera antes de llegar al mar. De eso debe hacer ya muchos siglos, ya que hay pruebas irrefutables donde remitirse que atestiguan un pasado prehistórico, romano o musulmán. Éstos últimos permanecieron en Turre durante generaciones hasta su expulsión de la península Ibérica.

Turre es dueño y señor de una sierra que mira al Mediterráneo, con una altitud máxima que llegar a rozar los mil metros. En el subsuelo se encuentran numerosas galerías naturales que se han ido formando con el paso del tiempo. Esta sierra siempre ha sido generosa en minerales, sobretodo el hierro, que se lleva extrayendo desde épocas fenicias y cartaginesas. Los poblados originales que la habitaban fueron desapareciendo, algunos de ellos como Teresa o Cabrera quedaron abandonados en su totalidad, de la noche a la mañana, con la huida masiva de moriscos hacia África. Tras su repoblación en varios intentos, quedaron abandonados definitivamente tras la Guerra Civil Española, cuando sus habitantes marcharon en busca de una vida mejor a nuevos lugares más prósperos. A día de hoy, son urbanizaciones lujosas como Cortijo Grande o Cortijo Cabrera, las que tienen cabida en esta misteriosa sierra tan querida. 
Fuente pública de Turre, en pleno casco urbano del municipio.
El campanario de la iglesia hace de guía.
En las provincias del sureste español vivieron los últimos musulmanes de la península hasta que los Reyes Católicos vinieron, in situ, a expulsarles de sus tierras, a finales del siglo XV. En el siglo siguiente, los pocos que se negaron a marcharse de la que era su tierra y a renunciar de su religión se refugiaron en las Alpujarras. Se les conoce como moriscos y uno de sus últimos líderes, Aben Humeya, luchó con insistencia, aún a sabiendas de que su rival era mucho más fuerte que él. Para pedir refuerzos al rey de Marruecos, Aben Humeya mandó a un joven de Turre llamado Hambrel, el cual ofreció voluntariamente su barca para cruzar el Mediterráneo en busca de ayuda. Allí le recibió el rey de Marruecos, que se negó a ayudarles con la sensatez que da tener mucho que perder y poco que ganar ante un enemigo como Felipe II. De este modo, Hambrel volvió a Almería con pesadumbre por no ayudar a los suyos, pero se convirtió en mensajero entre el moro más poderoso de España y su homólogo en el norte de África. Llegó a dar varios viajes en su barca, con el riesgo que eso conllevaba en un mar infestado de soldados cristianos. En una de esas travesías, Hambrel marchó hacia África y ya nunca se volvió a saber de él.

Posteriormente, con la Paz de las Alpujarras y la revuelta apaciguada, el mar que antes estaba plagado de soldados cristianos se tornaría en un mar plagado de piratas berberiscos, algunos de ellos moriscos expulsados que conocían al dedillo las costas y los pueblos de Almería, saqueando todo lo que quedaba a su alcance. Estas historias y muchas más parecen contarnos las vetustas paredes de los despoblados de Teresa o Cabrera, testigos inertes de todo lo que aquí pasó y que hoy se esconden entre los retamares, luchando por recuperar sus años de esplendor.
Casa consistorial del municipio de Turre.
Caracoles recién cogidos en Turre.
Como buen pueblo del Levante Almeriense, Turre atrae a turistas durante todo el año. A lo mejor no tantos como sus vecinos Mojácar, Garrucha o Vera, seguramente debido a la inexistencia de playa en el municipio, ya que pocas cosas más le faltan a Turre. Con su ribera del río Aguas, sus barrios auténticos, su excelsa Iglesia o las cuevas de sierra Cabrera, que se cuentan por decenas y esperamos que algún día éstas abran al público para ser contempladas. 

Su casco urbano comienza cruzando el puente sobre el río Aguas, aunque también puede hacerse por Mojácar. Lo primero que vemos es una ancha avenida llena de bares y restaurantes. Lugares privilegiados para la degustación de los mejores caracoles en salsa de la provincia. Los gasterópodos son cogidos uno a uno por los propios habitantes del pueblo en los bancales y campos cercanos.

Casas pintorescas.
El edificio del Ayuntamiento es buena prueba de la elegancia de las numerosas casas señoriales con las que cuenta el municipio, con grandes balconadas, ventanas de forja y puertas de madera. En lo alto, un reloj marca las horas. Hasta las 7:00 de la mañana, nos dice una señal, que no podemos llenar garrafas de agua de la fuente pública, junto a la casa consistorial. De estilo neoárabe muy andaluz, esta fuente suele aglutinar a muchas personas durante el día, a la sombra de los ficus.

La iglesia de la Purísima Concepción es el orgullo de los turreros, por sus dimensiones podemos decir que es de las más grandes de la zona y su aspecto clásico le da un apariencia antigua, pero no es así, es relativamente joven, construida en el siglo XIX, tras el derrumbe de la anterior parroquia. En la actualidad ha estado en las portadas de todo el mundo por una de sus vidrieras que representa la concepción de la Virgen, de una manera poco vista anteriormente en una iglesia. En la vidriera se representa el útero, un ovario y un feto en gestación desde el punto de vista científico.
Panorámica de Turre desde la ermita de San Francisco.

La Maravilla

Calles tranquilas con la ermita y la sierra de fondo.
Ascendiendo a la parte más alta del casco urbano de Turre nos encontramos lo más castizo del lugar. Aquí las personas charlan en sus puertas, pasean a sus mascotas o escuchan el flamenco que tanto les gusta. En los patios de las casas lo mismo encontramos una ristra de ajos, un colgajo de pimientos o sacos de caracoles recién cogidos entre los humedales próximos a la zona. En la cima de Turre, por así decirlo, está la ermita coronando las vistas al horizonte. Es difícil explicar todo lo que aquí se ve, mejor es disfrutarlo que contarlo. Como una sucesión de puntos cardinales observamos desde aquí emblemáticos lugares de la comarca de Levante; la ermita del Cabezo de María, en Antas. El cristo de Vera. La chimenea de Garrucha. Mojácar Pueblo. Y mucho más.

El edificio religioso que tiene la suerte de asentarse en este lugar de mágicas vistas es la ermita de San Francisco, de una sola nave como se aprecia desde el exterior. Está construída a base de piedra y cal, formando recios muros que llevan en pie desde el siglo XVII.
Ermita de San Francisco de Turre.

1 comentario:

  1. Hola,

    ¡Gran blog! ¿Tenéis alguna dirección de contacto para contactar con vosotros?

    Un saludo y muchas gracias

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