22 de octubre de 2015

Abrucena, una pincelada blanca en la montaña

Torre de la iglesia y placeta del Pretil.
Situada en las laderas sombrías de sierra Nevada y posada sobre una colina que domina en las alturas, la cual culmina Abla con su esplendor, un poco más abajo. La silueta de este pueblo parece una pincelada blanca sobre un tapiz de colores verdes. El autor de los finos brochazos se esconde en el anonimato o tal vez todo sea producto de nuestra imaginación. Abrucena es el nácar del valle del río Nacimiento, en su interior, es bella, misteriosa, conocerla es un quiero y no puedo. Se necesitan muchas horas y días para descubrirla. La gente que visita Abrucena huye del mundanal ruido de las ciudades para refugiarse en el silencio atroz de la alta montaña.

El invierno es un regalo para quien visita Abrucena, y un suplicio habitual para los residentes que se libran del frío a la orilla de la chimenea, todo el día con la lumbre encendida con madera de encina. En el periodo de floración de los almendros la vega se cubre de cromatismos blancos y rosáceos, un manto similar al que produce la nieve que todos los años se deja ver por el municipio, regalándonos estampas para el recuerdo. No es extraño ver la fuente de la plaza congelada en los meses más duros de esta estación.
Fuente y plaza del pueblo.

Entrando de lleno al corazón del pueblo, entre muchas virtudes, algún defecto podemos sacarle a la plaza de Andalucía, ya que todos tenemos alguno. Es la presencia masiva de vehículos rodeando la fuente. Le restan belleza y protagonismo a un bien cuidado centro urbano que preside el edificio del ayuntamiento, el cual posee cinco arcos de medio punto. A su vez, los dos arcos laterales sirven para unir la plaza con la calle de la Iglesia y la calle Real, respectivamente.

El entorno de la plaza cuenta con los dos edificios más singulares que suele tener un municipio;el ayuntamiento y la iglesia. Acompañados de bares y comercios, por eso esta zona siempre está muy frecuentada todos los días de la semana. La casa consistorial está recién reformada y presenta un aspecto elegante y armoniosa con el conjunto de la plaza. En cambio, la iglesia parece sufrir cada vez más el paso del tiempo, cosa que no le resta encanto, sino más bien lo contrario. Está dedicada a Nuestra Señora de la Anunciación y mantiene intacto su estilo mudéjar, a pesar de ser reconstruida en el siglo XIX. La anterior iglesia se ubicaba en el mismo sitio, se construyó con la llegada de los primeros cristianos utilizando el solar que dejó la antigua mezquita árabe.

Pelando la almendra frente al río Nacimiento, en el vecino pueblo de Abla.

"La zorra" en el museo etnográfico de Terque.
Las flores de almendro del invierno, se convierten más tarde en un fruto que se recoge y manufactura de manera artesanal. En los meses de septiembre y octubre la mayoría de los vecinos que se dedican al campo se reúnen en familia para pelar la almendra. En noviembre y diciembre, vuelven a la huerta, esta vez para recoger el fruto del olivo, que llevarán a la almazara a cambio de algunas garrafas de aceite que les servirán para el gasto familiar de toda una temporada.

Mientras tanto, el calendario marca los días de celebraciones muy dispares y muy arraigadas como El Jueves Lardero o la de los Quintos, cuando los jóvenes se convierten en adultos aunque sigan siendo jóvenes. La Quema de la Zorra, para finalizar sus fiestas grandes en honor a San José Obrero, es uno de sus grandes atractivos. Elaborado con cañas de manera tradicional, consiste en rodear este animal con petardos que van explotando junto a la fuente de la plaza, con el jolgorio de las charangas y las risas del personal.

En las noches de fiesta, el camino de las Eras o la explanada de la ermita de San José, entre otros, se convierten en los lugares preferidos por los jóvenes para huir del silencio atroz en busca de mundanal ruido, y lo encuentran, más tarde, en pequeñas salas de fiesta que acogen a multitud de chicos y chicas de todos los pueblos cercanos. En éstas discotecas las noches suelen alargarse y a pesar del frío se da todo sin pensar en el mañana. En los meses de mayo y agosto, el pueblo recibe a los visitantes, y especialmente a los emigrantes, para sus fiestas populares.
Panorámica de la colina que presiden Abrucena, arriba, y Abla más abajo.

La Maravilla


Ruinas del Castillejo.
De camino al área recreativa de La Roza observamos sobre un cerro el antiquísimo Castillejo, del cual solo nos quedan sus ruinas. Cada civilización y cultura que por Abrucena pasó dejó a este lado del río su huella que permanece imborrable. Bajo la fortaleza se encontraron restos del neolítico, además de construcciones posteriores, ya en la época romana. También los árabes dejaron su impronta en este sitio de tan difícil acceso y por lo tanto difícil de asaltar. El Castillejo se camufla en un entorno magnífico de piedra viva y antiguos bancales aterrazados.

Llegando a La Roza la vegetación se convierte en un manto verde cada vez más espeso. Las encinas que antes se esparcían por las laderas se convierten en pinos apiñados unos con otros. La naturaleza es sabia, dicen, y no es de extrañar que la cantidad de árboles vaya relacionada con la cantidad de pozas y riachuelos, fuentes y manantiales inagotables que se reparten por todo el término municipal de Abrucena, en especial en esta parte alta y sombría de Sierra Nevada.

Fuente que encontramos en el camino de San José.
Si nos centramos en explicar como es el área recreativa de La Roza, acabaríamos antes diciendo que por algo es uno de los más visitados de la provincia, preferido por las familias, elegido por grupos de amigos, etc. Con mesas, barbacoas, zonas de juego para los más pequeños y la posibilidad de bajar a lo más hondo del cauce del río Abrucena, donde nos espera un caño incesante de agua que ha de atravesar cascadas regalándonos bellas imágenes. Hasta este punto llegan las romerías llevadas a cabo por los vecinos del pueblo, tras una larga pero amena caminata. En este espacio natural se reúnen para disfrutar de ciertos días al año, tan esperados por todos.

Otro de los lugares carismáticos de este municipio es la ermita o santuario de San José, que se encuentra adosada al cementerio municipal. Del pequeño templo sobresale un campanario que lo dobla en altura. En su interior da cobijo al santo Patrón de Abrucena; San José. Este monumento religioso lleva tantos años aquí como los propios cristianos que reconquistaron esta zona, a finales del siglo XV, al arrebatar las tierras a los musulmanes después de permanecer éstos casi ocho siglos en este lugar. Su gran explanada, unida a un largo camino, hacen que se convierta en un lugar idóneo para un tranquilo paseo. Para recuperar fuerzas siempre brotará agua del caño que baja libre de un barranco que viene directo de las cumbres de la sierra.
Explanada del santuario de San José.

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