7 de mayo de 2015

Canjáyar, la morada del peregrino

La calle del Mercado de Abastos.
Posado sobre la ribera del tramo medio del Andarax aparece el pueblo de Canjáyar, en mitad de un triángulo equilátero, cargado de belleza, entre la Sierra de Gádor y Sierra Nevada, donde los vértices son los tres pueblos vecinos de Rágol, Ohanes y Padules, formando todos juntos el corazón de la Alpujarra Almeriense. Esta comarca bendecida por la naturaleza goza en Canjáyar de su máxima expresión, con casas blancas encaramadas a un barranco, abundancia de agua y escarpadas laderas, las cuales fueron el último refugio de los moriscos en la Península Ibérica.

Es Canjáyar un pueblo cargado de historia, la cual queda recogida ampliamente en veintidós murales de cerámica esparcidos por el pueblo, donde se les muestra a los visitantes los personajes célebres que visitaron la villa, así como hazañas vividas y también sus importantes monumentos. Estos murales artesanales nos sumergen a épocas de esplendor y de nostalgia. Algunos famosos retratados por sus calles son José de Echegaray, premio Nobel de Literatura, el cual visitó el pueblo a finales del siglo XIX. Napoleón, que quiso fusilar a los trabajadores de las minas de Alcora o el rey Alfonso XIII que agradeció al pueblo de Canjáyar por sus logros y avances en la agricultura.
Plaza donde se encuentra el monumento a los parraleros.
Iglesia de la Santa Cruz del Voto de Canjáyar.
Como monumentos más significativos de Canjáyar encontramos, en su mayoría, edificios de arquitectura religiosa. La Iglesia de la Santa Cruz, del siglo XVI, es el más importante de todos ellos, por su luminosidad románica y su esbelto volumen. En el interior se cobija uno de los objetos sagrados con más devoción de la provincia de Almería, se trata de la Santa Cruz del Voto, que apareció allá por el año 1611, tras una visión del sacristán del pueblo. La cruz fue desenterrada en el lugar donde los ángeles la dejaron, según el sueño del sacristán. Muchos coinciden en afirmar que esta cruz fue enterrada por un peregrino que vino de Tierra Santa y allí la escondió, tras las turbulentas revueltas de los moriscos que azotaron la provincia en 1568.

En la actualidad, son cientos los peregrinos que acuden cada mes de abril a pedir con esperanza sus deseos a la Santa Cruz. En el año 2011, con motivo de su cuarto centenario, fueron varios miles de personas los que se acercaron hasta el municipio para una ceremonia única, teniendo una notoria repercusión mediática.

Ermita neoárabe del Barrio de Alcora.
El Barrio de Alcora lucha por recuperar una grandeza expropiada tras el cierre de sus ínclitas minas, sede por entonces de la Real Fábrica de Fundición del Plomo, creada en 1753 por el rey Carlos III, uno de los mejores monarcas de la historia de España, que tantas construcciones públicas emprendió. Alcora se sitúa a escasos kilómetros de Canjáyar, merece la pena acercarse a este lugar donde se encuentran los restos inertes de los hornos de fundición de plomo. Recientemente se instaló aquí un Centro de Interpretación de la Minería, en el edificio que anteriormente albergó la escuela de Alcora. Además, se erige una coqueta ermita, en un envidiable estado de conservación. Su estilo es neoárabe y está rodeada de un reducido grupo de casas que dan vida a este barrio, surgido de la nada para dar cabida a los mineros que trabajaban aquí.
Lavadero público de Canjáyar, colmado de pilas y bañado por un incesante caño de agua.
Interior de la Almazara de Canjáyar.
Volviendo de nuevo al casco urbano de Canjáyar, no podemos olvidarnos de mencionar el Templete de la Cruz Blanca, en la entrada del pueblo, junto a la almazara. Este es el lugar elegido cada año para finalizar el recorrido de la procesión de la Santa Cruz. Al lado está la fábrica de aceite más conocida, de las dos que tiene Canjáyar. El proceso de elaboración del aceite es moderno y mecanizado, muy lejos de lo que eran en su día, para así poder competir en esta industria que se abre paso con fuerza en la provincia de Almería. En el interior se observan las enormes tolvas de acero inoxidable que contrastan con los antiguos aperos que se conservan y se exponen al público.

El Lavadero, la plaza de los Parraleros, o la Balsa de La Pará, son construcciones públicas con el agua como protagonista. En este pueblo el agua brota en cada rincón. El lavadero es de grandes hechuras y hubo de dar cabida a decenas de mujeres de otra época, hoy por suerte el trabajo es meno forzoso con la ayuda de las máquinas y la división de tareas domésticas. Encima del Lavadero está la Balsa, acompañada de un espacio de ocio y deporte con pistas polideportivas y parques donde descansar a la sombra de un buen árbol.

El Mercado de Abastos, además de ser un lugar de reunión para los canjilones es también un punto de encuentro para los artistas, como así quedó demostrado el pasado verano durante las jornadas del Milenio del Reino de Almería, donde la voz de Sensi Falán deleitó a los presentes.
Panorámica de Canjáyar que no deja indiferente a nadie, con Ohanes posando al fondo.

La Maravilla

Cristo junto a la ermita de San Blas.
La Ermita de San Blas no es solo un monumento, es un lugar privilegiado donde poder disfrutar de un entorno que nos transmite sensaciones imborrables, con un mirador donde se alarga la vista por todo el Valle del Andarax. Para llegar hasta aquí hay que subir a lo alto de un cerro por un barrio plagado de cuevas, donde la gente, sentada en la puerta, te saluda al pasar.

El templo se sitúa en la parte más elevada del pueblo y en su interior se encuentra la imagen de San Blas, venerado por los canjilones, que lo sacan en romería el fin de semana más próximo al 3 de febrero. La construcción se llevó a cabo en el lugar donde se encontraban los restos de una fortificación árabe, conocida como el "Castillo de Fondón". No extraña a nadie el lugar elegido por los musulmanes para su defensa, dado el sitio estratégico que ubicó y la dificultad para asaltarlo.
Templo de gran belleza a la altura de los cielos limpios de la Alpujarra.

1 comentario:

  1. Actualmente vecina de Beires, me encuentro ya, de una forma y otra, vinculada a todos los pueblos de este bello valle del Andarax. Por mi amistad con varios canjilones, he conocido parte de la historia de su patrimonio cultural. Por tener servicios que en Beires no disponemos, frecuento con asiduidad sus calles y rincones. Gran pueblo y acogedores gentes.

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