Monumento de bienvenida al municipio de Rágol. |
El municipio de Rágol ejerce de frontera natural que divide la alta Alpujarra de la baja. A pesar de la ingente cantidad de personas que se mueven por este cruce de caminos es un pueblo de puertas abiertas donde la gente es amable y hospitalaria.
Aperos de un señor que se ofreció a mostrarnos su casa. |
En busca de la mejor foto, del lugar más insólito, del paraje más recóndito, nos adentramos por una vereda en la espesura de unos viejos parrales, a medio camino entre Canjáyar y Rágol. A los pocos segundos nos damos cuenta que no hemos tenido suerte en nuestra búsqueda y decidimos volver al coche para fotografiar el río Andarax cuando, de repente, se oye una voz robusta y decidida que sale del interior de un lagar -"¿Quiénes sois?". Asombrados y timoratos nos dirigimos hacia la puerta y vemos a Miguel, el que nos hizo la pregunta, y nos invita a sentarnos, sin conocernos de nada y presentarnos en sus tierras sin permiso y también sin intención.
El destino nos había llevado a ese lugar y nos había sentado en esas sillas. Después del primer chato de vino, Miguel nos dice que es el encargado de llevar los bancales adyacentes. Durante el segundo chato se nos va quitando el susto y nos vamos poniendo cómodos. En el tercero, Miguel nos habla de sus cuatro hijas con residencia en cuatro pueblos distintos; Fondón, Benahadux, Almería y Laujar, el último pueblo no lo recordamos exactamente ya que después del tercer vino llegó un cuarto. En ese último dedo de caldo de Baco la conversación es más distendida y encontramos personas y lugares conocidos en común.
Una niña juega por las calles de Rágol. |
Aunque teníamos ganas de visitar ya el casco histórico de Rágol nos apenaba salir de aquel lugar que en una hora se había convertido en nuestra segunda casa. Nos despedimos de Miguel y le prometemos una futura visita en modo de agradecimiento por su hospitalidad y generosidad. Antes de marcharnos, el bueno de Miguel nos regala una botella del excelente vino que él mismo cosecha y nos reconoce que al principio él también estaba asustado, como nosotros. "No son los tiempos de antes", decía. "Está la vida un poco mal". Y con una estrechez de manos y nuestra promesa por regresar salimos de allí rumbo a Rágol.
Es una delicia ver la silueta de Rágol recostada sobre una ladera mirando pasar el cauce del río Andarax, como si fuese retratada por un escultor al igual que la alegoría de Hispania en las últimas monedas de cien pesetas. Una vez sumergidos en las calles estrechas y laberínticas de casco urbano de Rágol, encontramos a gente amable que nos saludan, incluso nos guían.
Río Andarax a su paso por el municipio de Rágol. |
Al llegar a la plaza de Andalucía se escucha el alboroto de los muchos niños y niñas que juegan al balón. Algunos se entretienen sentados en un banco, junto a algunos abuelitos que le cuentan sus historias.
El secreto de las calles limpias de Rágol. |
En esta plaza hay dos placas que nos indican donde se encuentran cada uno de los lugares de interés del pueblo. Las personas de la plaza, viendo nuestro interés por su pueblo, se muestran agradecidos a decirnos y llevarnos exactamente a cada rincón. Así que nosotros si nos perdíamos, sólo teníamos que volver a esa plaza, guiados por el sonido del balón y el alboroto de los niños, a empezar de nuevo.
Después de esto, los más jovenes nos piden que les saquemos una foto para colocarla en el blog, con una leyenda que diga: "En el mejor pueblo de todos". En la foto quisieron participar colocándose en una dos los bancos de la plaza. Aunque los de más edad se mostraron más reticentes terminaron arrimados unos a otros.
Gente amable y alegre en el mejor pueblo de todos. |
La Maravilla
Rincón de Rágol. |
Cuando pasas por la carretera principal de Rágol crees que lo has visto todo, dado lo minúsculo que parece desde fuera. Pero este pueblo guarda más de un secreto y es conveniente dejar el vehículo a un lado y caminar a pie para disfrutar el aroma que se respira por sus calles, olor a azahar de naranjos de la vega del Andarax, mezclado con pequeños toques de tomillo de la sierra de Gádor.
Cuando vas paseando por estas calles no sabes a donde te diriges ni a donde te llevan. Serpentean y zigzaguean de manera casi laberíntica. Las famosas peras de Rágol se dejan ver en el número de las casas, así como en Instinción los números vienen acompañados de naranjas. Sin un rumbo fijo, nos dejamos llevar por el pueblo y la primera sorpresa nos la depara una plaza con un burrito simpático.
Se nota como los vecinos aprecian las calles y plazas de su pueblo ya que se observa a los vecinos barriendo y regando las macetas que colocan en las plazas, como la de los niños recolectores. Junto a esta plaza se encuentra el ayuntamiento en una calle muy estrecha. Destaca por el amarillo de su fachada y las banderas. Para apreciarlo sin que pase desapercibido hay que mirar desde uno de los lados ya que la calle casi no nos deja ni echar una foto.
Lavadero de Rágol. |
Desde aquí podemos llegar fácilmente hasta el lavadero público, donde el sonido del agua limpia retumba entre las pareces blancas que hacen que destaque la ropa colgada al sol. Al entrar, no dejará de sorprenderte el pequeño molino con aspas rojas.
El camino nos lleva ahora hasta la iglesia pero no hay ninguna señal ni camino que nos indique como se llega a ese reloj que se insinúa por cada calle. La iglesia no se encuentra en el centro del pueblo como suele ocurrir tradicionalmente si no en la parte alta en uno de los lados. Desde la carretera es fácil de apreciar. Está dedicada a San Miguel, y su estilo mudéjar nos ratifica que su construcción oscila entre los siglos XVI y XVII.
Torre del Reloj. Dominando las alturas. |
Y a partir de aquí empieza la aventura de llegar hasta la torre del Reloj. Para llegar hasta la caseta que lleva dando las horas desde 1928, debemos de subir por la Cuesta del Retiro. Nos es mucho lo que subimos y ya vemos los tejados de colores de las casas del pueblo que aparecen de manera escalonada, en descenso constante hasta chocar con el río. Y la iglesia que destaca en el lado izquierdo de nuestra imagen del pueblo.
Una vez que has subido aquí no te apetece bajar porque no piensas que pueda haber algo mejor que estas vistas. Tras subir unos escalones ya encontramos el reloj pintado de los mismo colores que la ermita de Instinción, precisamente también es la construcción que domina el pueblo vecino desde las alturas.
Panorámica de Rágol y su vega desde la Torre del Reloj. |
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