3 de diciembre de 2015

Refugios de la Guerra Civil, a nueve metros bajo el suelo

Acceso al interior de los refugios.
Para culminar la segunda temporada de Maravillas de Almería hemos escogido a los Refugios de la Guerra Civil como protagonista. Sin duda es éste uno de los lugares más visitados de la capital almeriense, y al igual que hicimos la temporada pasada con la Catedral de la Encarnación , queríamos acabar por todo lo alto.

Los refugios se construyeron al año siguiente de empezar la guerra. Construidos en un tiempo record, aún no se sabía quienes eran los buenos y quienes lo malos, en una guerra fratricida de ideas extremistas, con ambos bandos amparados en ideales como democracia, patria, libertad o nación. Al final, resultaron ser tres años cruentos de odio, revancha, crímenes de guerra y fusilamientos. Los miembros de ambos bandos que defendían los nobles ideales antes mencionados mediante letras y palabras fueron encarcelados, exiliados o asesinados durante y después de acabar la contienda. Con lo cual, todos perdieron, y todos perdimos, ya que muchas familias se quedaron sin alguno o varios de sus integrantes; un padre, un hermano, que hoy en día, si vivieran, serían tíos, o abuelos.

La visita guiada comienza más o menos en la tesitura de nuestra introducción, con un vídeo en el que aparecen testimonios de personas que sufrieron en sus carnes la dureza de la guerra civil. Algunos de los recuerdos que nos cuentan ponen los pelos de punta; "El sol se apagó durante siete largos días", nos dice uno de ellos. Esto fue debido al bombardeo de los barriles de la Campsa situados en el puerto.
Recepción de la visita guiada a los Refugios de la Guerra Civil.
Primeros pasillos de los refugios de Almería.
El que hizo posible la construcción de los refugios fue el arquitecto municipal Guilermo Langle, muy afectado por los horrores de la guerra. El propio arquitecto tenía un refugio privado, al igual que muchas casas burguesas de la época, las cuales estaban obligadas a informar que disponían de un refugio privado que comunicaba con el refugio público y así socorrer a los ciudadanos que pasaran por la boca del refugio en caso de alerta.

Son más de cuatro kilómetros de galerías que se construyeron con celeridad, en solo un año y medio. Nunca en Europa se había construido un refugio en tan poco tiempo. Se pueden visitar la mayoría de los tramos originales, excepto lo más deteriorados como medida de prevención para turistas y visitantes. Todo se conserva casi intacto, las paredes con garabatos y dibujos de los niños, la enfermería de campaña, los techos con humedad y raices. Una de las pocas cosas que se han modificado ha sido el suelo, que antes era de arena y ahora está pavimentado. Durante el trayecto, unas fotografías antiguas nos informan donde estaríamos si estuviésemos en la superficie. El teatro Cervantes, el paseo de Almería, la Escuela de Arte, etc.
Despensa de los refugios, en uno de los laterales de la galería principal.

La Maravilla

Las bombas no detuvieron los juegos de algunos niños.
La vida a nueve metros bajo el suelo debió ser terrorífica y dramática. Durante algunos bombardeos dio cabida a 37.000 personas. La población de la ciudad de Almería, rondaba los 45.000 habitantes en aquellos años. Si alguien se pregunta qué pasaba con el resto de la gente hay varias respuestas. Muchos de ellos posiblemente se refugiaran en sus propias casas-cueva, muy frecuentes y abundantes en algunos barrios. O bien, algunos dejaron su destino en manos de la suerte. Otros se iban a los pueblos de la sierra, lugares menos propicios a ser bombardeados. Muchos de ellos también estuvieron reclutados en algún bando, peleando con algún hermano alistado en el lado contrario.

El bombardeo más importante y torticero de la ciudad de Almería no fue tan conocido como otros episodios de la Guerra Civil. El bombardeo de Guernika, por ejemplo. Aunque tuvieron idénticos protagonistas; el ejército alemán bombardeando una ciudad española. En el caso de Guernika fue la aviación alemana, y en el que nos atañe a nosotros fue la armada del mismo país, por orden expresa de Hitler. En represalia por el intento de hundimiento del crucero Deutchland que fue atacado por parte de la aviación republicana el 29 de mayo de 1937. Dos días después, la ciudad elegida para vengarse fue Almería, siendo bombardeada de madrugada. Curiosamente, en los dos incidentes murieron el mismo número de personas, 31 alemanes en el buque de guerra y 31 almerienses civiles durante el asedio que duró casi una hora.
Avión. Uno de los varios dibujos y garabatos que se observan en las paredes de los refugios.
Último pasillo de la visita guiada.
Pero fueron más los bombardeos. Para avisar a la población, sonaba un largo y angustioso toque de sirena. No volverían a salir de los refugios hasta que esa sirena tocara dos veces.

La última galería que recorremos durante la visita guiada es más estrecha que la principal, parte desde el hospital de campaña hasta las escaleras que dan acceso a la superficie, en la marquesina situada en la plaza de los Burros, frente a la Escuela de Artes. No habíamos visto la luz del sol desde que entramos por el acceso principal en la plaza Manuel Pérez García. La sensación que produce es de alivio casi, más bien de satisfacción, por poder visitar un lugar de interés histórico, sin pensar que en cualquier momento puede sonar una sirena que te obligue a entrar de nuevo. Nada que ver con lo que los almerienses padecieron durante los más de medio centenar de bombardeos durante la Guerra Civil.

Cuando la guerra llegó a su fin, las bocas de acceso a los refugios fueron utilizados para la ubicación de quioscos. Y así, los gritos, llantos y sollozos de la guerra fueron silenciados. Gracias a la rehabilitación y apertura de éstos refugios conocemos una parte de nuestra historia que todos esperamos no vuelva a repetirse nunca más.
Quirófano de operaciones del hospital de campaña de los refugios.

1 de diciembre de 2015

Nacimiento, bisagra entre el desierto y la montaña

Porche tradicional junto a la iglesia de Nacimiento.
Es una presencia casi huraña a la ribera del río que lleva su nombre, en mitad de nada, o quizá en mitad de todo, porque todo nace en el municipio de Nacimiento, y no sólo por su nombre, también por las montañas de las sierras más importantes y la aridez del desierto tan sobrecogedor, quedando en medio un oasis de casas blancas y cultivos de secano.

La autovía, a un paso de aquí, hace que Nacimiento esté comunicado con el resto de pueblos de la comarca, y a su vez de la provincia, y por qué no decirlo, con toda Andalucía y el resto de España. Éstas comunicaciones fueron en su día muy distintas a hoy. Carreteras estrechas, zigzagueantes, con pronunciadas curvas y empinadas cuestas. Otros medios de transporte terrestre también se han renovado a su paso por el término municipal. La estación ferroviaria de Nacimiento quedó obsoleta para el transporte de viajeros a finales de los ochenta, sustituida por una línea más moderna entre Doña María y Gérgal. Ésta nueva línea ahorra numerosos gastos a las administraciones, también trabajo a los empleados públicos, y gracias a la modernidad de las máquinas los trenes realizan más pronto sus trayectos.
Iglesia de San Miguel, de estilo mudéjar, es uno de los mayores atractivos de Nacimiento.
Casas tradicionales junto a la vega de Nacimiento.
Se acerca el desenlace de la segunda temporada de Maravillas de Almería, y con esta entrada dedicada al municipio de Nacimiento queda demostrado nuestro compromiso con los pueblos de la provincia, para acercarlos, lo más posible, a nuestros seguidores, muchos de ellos emigrantes y distanciados de los pueblos de sus antepasados, o bien, destinos vacacionales que han dejado huella. Esta temporada que está a punto de acabar ha dado a conocer nuevas y variadas historias, y ya son setenta y dos los municipios que hemos llevado a vuestros hogares, de la manera más humilde posible.

El que ha estado en el pueblo de Nacimiento, lo recuerda para siempre. Esas calles largas y estrechas de casas blancas resplandecientes que van a parar todas a una plaza, con la iglesia mudéjar como protagonista absoluta.
El valor de lo antiguo, en la vega del río Nacimiento.
Son muchas sensaciones agradables las que transmite Nacimiento. Algunas noches, el silbido de los molinos de viento ulula por todo el término municipal y traquetea en la memoria durante largo tiempo. La ferocidad con la que baja el río Nacimiento durante las crecidas debidas a tormentas en las altas montañas, aunque en el pueblo no caiga ni una gota de agua. Y más, mucho más. El fervor de la Semana Santa. El desparpajo durante las fiestas patronales en honor a San Miguel, a primeros de cada agosto. Pero lo mejor de Nacimiento, es su gente, su arquitectura tradicional, el aprovechamiento del agua y el renacer constante ante la adversidad.
Imagen que plasma la aridez de las montañas dando inicio al desierto.

La Maravilla
Calle de Nacimiento, larga, estrecha y limpia.

Los pueblos y ciudades que han marcado una época en la historia crecieron en su mayoría a orillas de un río. Así como las grandes civilizaciones prosperaron gracias al aprovechamiento de los recursos que aportan los cauces fluviales, alimentos agrícolas, así como la caza y pesca. El caso de la provincia de Almería es un tanto particular, ya que de todos es sabido que nuestros ríos son los menos caudalosos de la vertiente mediterránea española. Pero no siempre fue así, por ejemplo, en los márgenes del río Andarax se fundó Bayyana y dio cabida a la cultura de Los Millares. En la ribera del río Antas perduró muchos años la sociedad argárica, etc.

El río Nacimiento, en concreto, fue el precursor de que un pueblo con su mismo nombre naciese y llegase a nuestros días. Éste río se desplaza de norte a sur recogiendo las aguas de ramblas y ríos menores provenientes de las sierras Nevada y Filabres. Desemboca en el río Andarax, del cual es el mayor afluente, en el término municipal de Alhabia, no sin antes bañar las huertas de Fiñana, Abrucena, Abla, Las Tres Villas, Nacimiento, Gérgal, Alboloduy, Santa Cruz de Marchena y Alsodux. La estacionalidad es muy marcada y el poco caudal se aprovecha para el regadío de las huertas que se esparcen por esta parte del Parque Natural de sierra Nevada.

El río Nacimiento era conocido por todos como el río Alboloduy hasta finales del siglo XVIII, cuando un perspicaz general del ejército, nativo de Nacimiento, le cambió el nombre para siempre al tener acceso a los mapas geográficos nacionales. Aunque algunos llaman con nostalgia a este río, "el Alboloduy", oficialmente lleva el nombre del pueblo vecino, "el Nacimiento".
Las calles de Nacimiento al sol.
El río Nacimiento se estrecha antes de llegar a Alboloduy.
Hay numerosos itinerarios que te llevan a Nacimiento para alguna escapada especial. Una de las rutas podría ser partiendo de la Alpujarra, por los municipios de Alhama de Almería o Alhabia, para ascender por una carretera mágica, llena de verdor y cargada de vida, conocida como el Ricaveral. Si bien también se puede subir por la carretera paralela, denominada "los Catalanes". Aparte de visitar los centros urbanos cargados de sorpresas que tienen éstos pueblos, no estaría de más una parada en el Yacimiento Arqueológico de Los Millares, antes de ir a Nacimiento, dónde espera una suculenta comida, cómo no podía ser menos, en la venta del Pino. Éste restaurante, con varias décadas de experiencia en el sector, recoge los mejores productos que entregan el campo y el ganado, procedentes de la comarca. Referente para viajantes, ciclistas y gente de la carretera que tienen una parada obligatoria al pasar por la autovía que tiene una de sus salidas a un par de kilómetros.

También se puede culminar una ruta por los pueblos de la comarca, descendiendo desde el norte, por los pueblos de la cuenca del río Nacimiento. Fiñana, Abla, o Gérgal, te fascinarán con su pasado romano, árabe y cristiano, del que guardan un enorme patrimonio.
Histórica venta del Pino, en las afueras de Nacimiento.