29 de octubre de 2015

Las Tres Villas; Doña María, Ocaña y Escúllar

Vagón de tren apeado en una plaza de Doña María.
Un solo municipio, localizado entre dos sierras y formado por tres pueblos, todos ellos muy parecidos pero con ciertas singularidades que le dan un toque auténtico y personal a cada uno. A Doña María y Ocaña las encontramos recostadas en el valle del río Nacimiento, bajo las laderas de sierra Nevada. En cambio, Escúllar se sitúa un tanto emancipado, justo enfrente, en las estribaciones de la sierra de los Filabres, sobre el cauce de la rambla de Escúllar.

Los aspectos o rasgos que más se asemejan en cada una de Las Tres Villas son cómo no, las típicas calles estrechas de pueblos serranos, las fachadas blancas de las casas con tejados de pizarra, los cultivos de olivo, parra y frutales de sus fértiles campos, las nieves del invierno, el ferrocarril... Son, más bien, como tres hijos trillizos, del mismo padre y misma madre; Almería y la Montaña, respectivamente.

Lavaderos de Doña María.
En el año 1976 decidieron juntarse los tres pueblos para formar uno solo, y así unir fuerzas y ganar competitividad. De esto modo, se alejaría el fantasma del abandono de los pueblos y los campos por culpa de la masiva y forzada emigración. Unidas Las Tres Villas vencieron a sus grandes enemigos como el olvido, el desalojo y la incomunicación. Y así han prosperado hasta nuestros días.

Podríamos haber colocado de manera distinta los nombres del título de esta entrada. Tal vez quedarían mejor ordenados alfabéticamente o, midiendo su altitud, donde Escúllar estaría en primer lugar, seguido de Ocaña, o más órdenes intercambiables. Pero como lo mismo da, que da lo mismo, hemos decidido colocarlos en el orden en el cual os lo vamos a presentar. Por lo tanto, nos dirigimos hasta Doña María.
Detalles del tejado de la iglesia de Santa Teresa en Doña María.


Bello rincón de Ocaña.
La primitiva venta de Doña María empieza a aparecer en los libros de historia allá por el siglo XVI. Por entonces no era más que una pequeña cortijada, a diferencia de Ocaña y Escúllar que aparecían como barriadas, todos ellos pertenecientes a Abla.

Hoy en día, Doña María sigue manteniendo ese espíritu de cortijos y es un remanso de tranquilidad y naturaleza. Junto a Ocaña comparte la capitalidad del municipio. Además del edificio del ayuntamiento podemos encontrar por sus calles la pequeña ermita de las Ánimas, al borde de la carretera. El viejo vagón apeado en una explanada nos deleita y nos demuestra el gran pasado ferroviario de este pueblo. O un lavadero con doce pilas y una farola exacta a las que nos encontraremos en los otros dos pueblos. También destaca la Iglesia de Santa Teresa con planta rectangular y un tejado peculiar donde se observan diversos detalles, como querubines o el reloj que marca el transcurso de las horas.

Iglesia de San Bernardo en Ocaña.
Ocaña se encuentra a escasos mil quinientos metros de Doña María, la vega junto al río Nacimiento es su mayor orgullo, con olivos centenarios en algunos casos. La ermita de la Virgen del Carmen, el pilar del lavadero o utensilios antiquísimos de los extintos molinos harineros embellecen su casco histórico. Si en Doña María eran leones los protagonistas de la fuente, en el caso de Ocaña son elefantes lo que alegran una plaza presidida por la iglesia de San Bernardo, de planta rectangular y una gran puerta de madera.

Calles intrincadas, pasadizos, balcones repletos de macetas que le dan luz y color a Ocaña, y también buenos equipamientos deportivos que sirven de excusa para la visita de muchos jóvenes de los pueblos de los alrededores.
Monumento a la salida de Ocaña en direccíón a Doña María.

La Maravilla
Fuente de Escúllar.

Junto al cauce de la rambla de Escúllar, en el margen derecho de ésta, subía el camino viejo de tierra, que partía directamente desde Doña María. Tras unas obras, este camino convertido ya en carretera presenta un aspecto inmejorable con buen asfalto y un carril bici que puede ser de los más espectaculares de la provincia, de gran similitud con el que se encuentra en María, otro pueblo de alta montaña en la comarca de los Vélez.

El camino cruza el puente del ferrocarril, formado por cinco grandes columnas. Por él siguen pasando de forma ininterrumpida los trenes en dirección a Almería.
Plaza del pueblo, con la iglesia de la Inmaculada Concepción de protagonista.

Fuente con un corazón en relieve.
Una vez llegados a Escúllar, vemos como su núcleo de casas se divide por la rambla. Ésta se atraviesa por la carretera que pasa sobre el puente de un solo ojo, con arco de medio punto. Muy próxima está la iglesia, con techo a dos aguas y un magnífico campanario, que ha sido testigo de la mayoría de las celebraciones que se festejan en el pueblo, como por ejemplo las fiestas que dan nombre a la propia iglesia; las de la Inmaculada Concepción, o, como las conocen aquí; las fiestas de invierno, para diferenciarlas de las de agosto, fechas en las que se reúnen los emigrantes y personas que viven fuera del pueblo durante todo el año. La carpa que se montaba en la plaza de la iglesia con motivo de las festividades se ha trasladado ahora a otra plaza recién construida para dar cabida a mucha más gente.

Es una suerte pasar un fin de semana en Escúllar, levantarse por la mañana temprano para ir a por agua a la fuente o disfrutar de una tarde soleada. Eso sí, lo que no podrás es pasártelo mejor que ellos, porque tienen más experiencia que tú. A pesar de ser un pueblo escondido en la montaña, tampoco puedes enseñarles nada, porque saben más que tú. Cuando cae la noche es momento de sentarse en un banco de madera junto a ellos a disfrutar de los cielos nutridos de estrellas y esperar a que salga el sol por la mañana.
El puente del Ferrocarril atraviesa la rambla de Escúllar. Al fondo, el pueblo.

27 de octubre de 2015

El Ejido, la gran ciudad multicultural

Torre Laguna desde la carretera nacional.
El municipio de El Ejido se creó en el año 1982 al segregarse de Dalías, por deseo expreso y unánime de la población que se echó a las calle esos días de reivindicación. Fundado por emigrantes, emprendedores, innovadores y gente que lo arriesgó todo para poder prosperar, pocos años después de la llegada de la democracia a nuestro país. Emigraron de las Alpujarras y otros puntos de la geografía almeriense para cultivar los extensos llanos de lo que se convirtió, más tarde, en la huerta de Europa.

El Ejido junto a la ciudad de Tarifa, son las únicas ciudades españolas bañadas por dos mares. En el caso del municipio gaditano sus costas se cubren de aguas del océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. El municipio almeriense comparte el mar Mediterráneo con un mar de plástico que en ocasiones la vista alcanza un horizonte mucho más lejano. Tan grande es que se ve desde el espacio, como afirman algunos astronautas y quedando demostrado con fotos tomadas desde allí arriba.
Albufera de las Norias de Daza. Al fondo el mar de invernaderos.
Estatua del párroco José Jiménez.
La agricultura bajo plástico ha dado importantes beneficios a familias de El Ejido. En los años boyantes de la economía había una sucursal bancaria en cada esquina e incluso se construyó un rascacielos para darle al municipio una imagen de poderío, a costa, claro está, del sudor de los jornaleros. El rascacielos "Torre Laguna" está entre los más altos de Andalucía. El Ejido, actualmente, es la tercera ciudad con más habitantes de la provincia, por detrás de la capital y Roquetas de Mar. El censo de población es de los más variopintos que se pueden encontrar en todo el continente ya que hay ciudadanos de prácticamente todas las nacionalidades del mundo. Éstos inmigrantes, como solemos llamarlos, que no dejan de ser personas como tú y como yo, vinieron a trabajar éstas tierras huyendo del hambre y la injusticia al igual que hicieron en su día los fundadores de El Ejido. De ahí viene la armonía y cordialidad existente entre españoles y extranjeros, sólo interrumpidas en casuales hechos aislados.

Centro de enseñanza del Corán.
En la calle San Bernardo se encuentra un centro de enseñanza del Corán, en el mismo local que albergó en su día una de las primeras mezquitas que abrió sus puertas a los inmigrantes musulmanes que llegaron al municipio. Esta zona se la conoce como la "Loma de la Mezquita". La libertad religiosa queda patente ya que en este pueblo cada uno puede expresar su fe libremente. Para los cristianos católicos el templo de mayor importancia es la iglesia de San Isidro Labrador, aunque cada barrio cuenta con su propia iglesia o ermita. La iglesia de San Isidro se encuentra en la plaza del Párroco José Jiménez, que porta con orgullo el nombre de una persona muy querida por todos en el pueblo. Para rendir un homenaje aún mayor a su persona se le dedicó una estatua en dicha plaza.
Parroquia de San Isidro Labrador de El Ejido.
Plaza de las Flores.
El Ejido se abre al mar en tres grandes núcleos costeros. Uno es en Balerma muy cerca del recién creado municipio de Balanegra. En esta ocasión además de una buena línea de playa podemos visitar su torre y su iglesia. En segundo lugar, en Guardias Viejas tenemos la oportunidad de disfrutar de mar y patrimonio arquitectónico, visitando el castillo. Pero lo más turístico de El Ejido es, sin duda, Almerimar, que pronto tendrá su propia entrada en este blog, donde nos acercaremos a su puerto marítimo y sus playas de Levante y de Poniente. (Los enlaces expuestos se dirigen a otras entradas de este blog donde se explican más detalladamente los lugares mencionados).

Plaza Mayor de El Ejido con su fuente rebosante de agua y sus enormes palmeras.

La Maravilla

Aspecto actual de El Bulevar.
El Bulevar de El Ejido ha conseguido aglutinar los núcleos de población más importantes del municipio como son Santo Domingo, Santa María del Águila y el propio El Ejido. Su actual protagonismo relevó a un segundo plano a la calle Cervantes, que sigue siendo vital pero a un ritmo inferior a El Bulevar. En definitiva, entre estas dos calles palpita el corazón de El Ejido. La plaza de las Flores es buena prueba del tránsito de esta zona. En este espacio abierto se reúnen  los amigos de toda la vida, los jóvenes, los que fueron jóvenes y los que nunca dejaron de serlo. Todo esto rodeado de coloridos árboles en primavera y hojas secas en el suelo, producto del otoño.

Directamente, desde El Bulevar, accedemos a la plaza Mayor, a través de un vestíbulo bien revestido. Lo que vemos al entrar es una muestra inequívoca del esplendor de esta ciudad. Un majestuoso edificio del ayuntamiento al nivel de las palmeras que se elevan buscando el cielo. El sonido de la fuente y el corretear de los niños que juegan por la explanada te cautivarán y te animarán a sentarte en un banco o en el asiento de cualquiera de las terrazas que siempre se encuentran abarrotadas de gente.

Interior del Daymún.
Muy próximo a El Bulevar se encuentra uno de los centros comerciales de referencia en toda la provincia como es El Corte Inglés, en el paseo Pedro Ponce. Pero no es el único, también hay otros que llevan mucho más tiempo aquí como el Parque Comercial Copo, junto a la entrada-salida de la autovía, aquí hay grandes corporaciones de ropa, comida rápida e incluso karting.

Por El Bulevar podemos encontrar lugares de interés turístico y existe la posibilidad de hospedarse en hoteles muy bien valorados. Esta calle es muy importante, insistimos, y siempre lo ha sido. A día de hoy es un tramo más de la carretera nacional 340 pero hace ya muchos siglos fue una vía romana que servía para unir y comunicar Murgis con otras poblaciones cercanas. De hecho, al final de El Bulevar, en la carretera que nos conduce a Berja y Dalías se encuentra un monumento de esta civilización trascendental en el transcurso de la historia. Nos referimos al Daymún, un mausoleo del siglo III, tan antiguo y de gran valor arquitectónico y patrimonial como el de Abla. Lo encontramos dentro de una rotonda, rodeado de una vegetación acorde al edificio de mampostería.
Mausoleo funerario de época romana conocido como el Daymún.

22 de octubre de 2015

Abrucena, una pincelada blanca en la montaña

Torre de la iglesia y placeta del Pretil.
Situada en las laderas sombrías de sierra Nevada y posada sobre una colina que domina en las alturas, la cual culmina Abla con su esplendor, un poco más abajo. La silueta de este pueblo parece una pincelada blanca sobre un tapiz de colores verdes. El autor de los finos brochazos se esconde en el anonimato o tal vez todo sea producto de nuestra imaginación. Abrucena es el nácar del valle del río Nacimiento, en su interior, es bella, misteriosa, conocerla es un quiero y no puedo. Se necesitan muchas horas y días para descubrirla. La gente que visita Abrucena huye del mundanal ruido de las ciudades para refugiarse en el silencio atroz de la alta montaña.

El invierno es un regalo para quien visita Abrucena, y un suplicio habitual para los residentes que se libran del frío a la orilla de la chimenea, todo el día con la lumbre encendida con madera de encina. En el periodo de floración de los almendros la vega se cubre de cromatismos blancos y rosáceos, un manto similar al que produce la nieve que todos los años se deja ver por el municipio, regalándonos estampas para el recuerdo. No es extraño ver la fuente de la plaza congelada en los meses más duros de esta estación.
Fuente y plaza del pueblo.

Entrando de lleno al corazón del pueblo, entre muchas virtudes, algún defecto podemos sacarle a la plaza de Andalucía, ya que todos tenemos alguno. Es la presencia masiva de vehículos rodeando la fuente. Le restan belleza y protagonismo a un bien cuidado centro urbano que preside el edificio del ayuntamiento, el cual posee cinco arcos de medio punto. A su vez, los dos arcos laterales sirven para unir la plaza con la calle de la Iglesia y la calle Real, respectivamente.

El entorno de la plaza cuenta con los dos edificios más singulares que suele tener un municipio;el ayuntamiento y la iglesia. Acompañados de bares y comercios, por eso esta zona siempre está muy frecuentada todos los días de la semana. La casa consistorial está recién reformada y presenta un aspecto elegante y armoniosa con el conjunto de la plaza. En cambio, la iglesia parece sufrir cada vez más el paso del tiempo, cosa que no le resta encanto, sino más bien lo contrario. Está dedicada a Nuestra Señora de la Anunciación y mantiene intacto su estilo mudéjar, a pesar de ser reconstruida en el siglo XIX. La anterior iglesia se ubicaba en el mismo sitio, se construyó con la llegada de los primeros cristianos utilizando el solar que dejó la antigua mezquita árabe.

Pelando la almendra frente al río Nacimiento, en el vecino pueblo de Abla.

"La zorra" en el museo etnográfico de Terque.
Las flores de almendro del invierno, se convierten más tarde en un fruto que se recoge y manufactura de manera artesanal. En los meses de septiembre y octubre la mayoría de los vecinos que se dedican al campo se reúnen en familia para pelar la almendra. En noviembre y diciembre, vuelven a la huerta, esta vez para recoger el fruto del olivo, que llevarán a la almazara a cambio de algunas garrafas de aceite que les servirán para el gasto familiar de toda una temporada.

Mientras tanto, el calendario marca los días de celebraciones muy dispares y muy arraigadas como El Jueves Lardero o la de los Quintos, cuando los jóvenes se convierten en adultos aunque sigan siendo jóvenes. La Quema de la Zorra, para finalizar sus fiestas grandes en honor a San José Obrero, es uno de sus grandes atractivos. Elaborado con cañas de manera tradicional, consiste en rodear este animal con petardos que van explotando junto a la fuente de la plaza, con el jolgorio de las charangas y las risas del personal.

En las noches de fiesta, el camino de las Eras o la explanada de la ermita de San José, entre otros, se convierten en los lugares preferidos por los jóvenes para huir del silencio atroz en busca de mundanal ruido, y lo encuentran, más tarde, en pequeñas salas de fiesta que acogen a multitud de chicos y chicas de todos los pueblos cercanos. En éstas discotecas las noches suelen alargarse y a pesar del frío se da todo sin pensar en el mañana. En los meses de mayo y agosto, el pueblo recibe a los visitantes, y especialmente a los emigrantes, para sus fiestas populares.
Panorámica de la colina que presiden Abrucena, arriba, y Abla más abajo.

La Maravilla


Ruinas del Castillejo.
De camino al área recreativa de La Roza observamos sobre un cerro el antiquísimo Castillejo, del cual solo nos quedan sus ruinas. Cada civilización y cultura que por Abrucena pasó dejó a este lado del río su huella que permanece imborrable. Bajo la fortaleza se encontraron restos del neolítico, además de construcciones posteriores, ya en la época romana. También los árabes dejaron su impronta en este sitio de tan difícil acceso y por lo tanto difícil de asaltar. El Castillejo se camufla en un entorno magnífico de piedra viva y antiguos bancales aterrazados.

Llegando a La Roza la vegetación se convierte en un manto verde cada vez más espeso. Las encinas que antes se esparcían por las laderas se convierten en pinos apiñados unos con otros. La naturaleza es sabia, dicen, y no es de extrañar que la cantidad de árboles vaya relacionada con la cantidad de pozas y riachuelos, fuentes y manantiales inagotables que se reparten por todo el término municipal de Abrucena, en especial en esta parte alta y sombría de Sierra Nevada.

Fuente que encontramos en el camino de San José.
Si nos centramos en explicar como es el área recreativa de La Roza, acabaríamos antes diciendo que por algo es uno de los más visitados de la provincia, preferido por las familias, elegido por grupos de amigos, etc. Con mesas, barbacoas, zonas de juego para los más pequeños y la posibilidad de bajar a lo más hondo del cauce del río Abrucena, donde nos espera un caño incesante de agua que ha de atravesar cascadas regalándonos bellas imágenes. Hasta este punto llegan las romerías llevadas a cabo por los vecinos del pueblo, tras una larga pero amena caminata. En este espacio natural se reúnen para disfrutar de ciertos días al año, tan esperados por todos.

Otro de los lugares carismáticos de este municipio es la ermita o santuario de San José, que se encuentra adosada al cementerio municipal. Del pequeño templo sobresale un campanario que lo dobla en altura. En su interior da cobijo al santo Patrón de Abrucena; San José. Este monumento religioso lleva tantos años aquí como los propios cristianos que reconquistaron esta zona, a finales del siglo XV, al arrebatar las tierras a los musulmanes después de permanecer éstos casi ocho siglos en este lugar. Su gran explanada, unida a un largo camino, hacen que se convierta en un lugar idóneo para un tranquilo paseo. Para recuperar fuerzas siempre brotará agua del caño que baja libre de un barranco que viene directo de las cumbres de la sierra.
Explanada del santuario de San José.

20 de octubre de 2015

Garrucha, paseando por el Malecón

Antonio Cano Cervantes, en el Malecón de Garrucha.
Los turistas que visitan Garrucha no coleccionan ciudades, la mayoría de ellos vienen porque aman este pueblo, y lo eligen para sus vacaciones o segunda residencia para disfrutar en cualquier época del año. Dentro de esta mayoría hay otro porcentaje elevado de turistas que llegan a Garrucha, y cuando la ven, se quedan para siempre.

Garrucha es el pueblo pesquero por excelencia de la provincia de Almería. En sus caladeros se pesca la mejor gamba roja del Mediterráneo, entre otros muchos mariscos y pescados. Garrucha es levantina, y también cervantina. Si en Alcalá de Henares, su más ilustre hombre de letras es Miguel de Cervantes "el manco de Lepanto", en Garrucha tienen a Antonio Cano Cervantes "el ciego de Garrucha". El Cervantes almeriense fue un consagrado escritor de finales del siglo XIX y principios del XX. Nació y se crió en este pueblo donde todos le aprecian y recuerdan. La biblioteca municipal lleva su nombre, y en el paseo marítimo tiene dedicada una estatua en su honor, rodeado de gente y mirando al mar.
Antiguo almacén de la sal, junto a la plaza del ancla.
El paseo marítimo, conocido por todos como el Malecón, es junto a la calle Mayor, la zona de ida y venida de personas durante todo el día. En la calle Mayor encontraremos los comercios y tiendas que dan servicio tanto a habitantes como visitantes. En el Malecón, además de tener la oportunidad de disfrutar de un largo paseo junto a la playa, se puede degustar lo mejor de la gastronomía local en las decenas de terrazas de bares y restaurantes que se apoltronan a lo largo de la avenida. Gambas, pulpo, almejas, calamares... todo recién pescado, servido directamente del mar al plato.

Paseo del Malecón de Garrucha.
Los cientos de palmeras y otros árboles que dan colorido al Malecón, ofrecen sombra durante el verano a más de un turistas despistado, que en esta época suele estar más colorado que las gambas que antes nos comimos en el bar. Una joya arquitectónica que encontraremos durante el recorrido será el antiguo almacén de la sal, hoy actual sede del ayuntamiento. El edificio está reformado pero conserva su fachada original, tan característica que es de lo más reconocible del municipio. Junto al ayuntamiento está la plaza del Ancla y la ermita de la Virgen del Carmen que es la típica parroquia de pescadores. Más tarde, ascendiendo a la parte alta de Garrucha, veremos también una bonita escultura de la Virgen del Rocío, que tanta devoción suscita en el sur de España. Pero el espacio religioso por antonomasia es la iglesia de San Joaquín, donde los menores son bautizados, hacen la comunión y posteriormente, cuando son mayores, vienen a casarse a la iglesia de su pueblo. Frente a la iglesia hay una bella escalinata y un pedestal sujeta la imagen de la Inmaculada Concepción.
Un enorme barco mercante atracado en el puerto de Garrucha, junto a la playa.
Todos conocemos de Garrucha su puerto o el turismo, pero fue con la extracción de minerales en la comarca del Levante con lo que prosperó. Las minas de Bédar, Cuevas de Almanzora o Vera tenían vías férreas o transporte directo que las comunicaban con el puerto de Garrucha para ser embarcada la plata, el hierro o el plomo. Las familias adineradas, gracias a la explotación de las minas, fijaban su residencia junto al puerto, donde existía un pequeño pueblo pesquero de apenas 250 casas. El auge de la minería a mediados del siglo XIX provocó que Garrucha creciera a ritmos sin precedentes lo que llevó a convertirlo en un nuevo municipio, en concreto el 1 de enero de 1861 obtuvo la independencia. Vera y Mojácar se disputaron durante siglos la propiedad del pueblo de Garrucha.
Panorámica de Garrucha desde uno de sus monumentos más emblemáticos.
La Maravilla

Chimenea del Calvario. 
Aunque el centro urbano de Garrucha se sitúa a nivel del mar su entramado nos lleva a ascender empinadas cuestas si queremos conocer los secretos mejor guardados de este pequeño municipio. Nos topamos con plazas coquetas y coloridas o el antiguo edificio del cine. Pero hay una construcción con forma de chimenea que domina un promontorio en lo más alto del pueblo, lo vemos desde distintos puntos de la comarca de Levante y no podemos irnos de Garrucha sin visitarlo. Accedemos a él mediante un camino asfaltado y nos llevamos una grata sorpresa, se trata de una chimenea de los antiguos hornos de fundición de mineral datada en el siglo XIX. Las vistas desde su mirador alcanzan hasta las costas de Murcia y engloban a poblaciones muy dispares como Los Gallardos, Vera, Cuevas o Pulpí, entre muchas otras. Y como gaviotas, sobrevolamos las casas y pisos de Garrucha, quedando los grandes barcos del puerto en un tamaño que caben en nuestras manos.
Vistas de la comarca de Levante desde la chimenea del Calvario.
Interior de la chimenea del Calvario.

Un segundo paseo por el Malecón es la mejor recompensa por habernos parado a descubrir este pueblo, esta vez, observamos mejor cada detalle, los pequeños barcos pesqueros del puerto junto a otros grandes mercantes, las barandas de mármol del paseo, la enorme orilla de la playa de arena fina, las esculturas esparcidas a lo largo y ancho como el monumento a los pescadores. Finalmente hacemos nuestra última parada en el castillo de las Escobetas, junto al mar, de camino a Mojácar. Su parecido nos recuerda al Castillo de Guardias Viejas en El Ejido. Construido en el siglo XVIII para defender las costas, consta de una batería y dos torreones. Por aquí pasaron el cuerpo de Carabineros y después la Guardia Civil. Su pasado militar ya acabó y hoy es la sede del centro de interpretación de la pesca en un marco incomparable.
Castillo de las Escobetas, también denominado castillo de Jesús Nazareno.

15 de octubre de 2015

Abla, la urbe romana

La Plaza del pueblo.
Desde la lejanía, como si fuesen un único pueblo, Abla y Abrucena parecen hermanas siamesas. A medida que nos acercamos nos adentramos en una maravillosa gruta donde aparecen, de repente, antes nuestros ojos, una arriba y otra abajo, Abrucena la estalactita, Abla la estalagmita.

El camino nos trae hoy hasta Abla, lo mismo que trajo en su día a las civilizaciones más importantes del Mediterráneo para invadir y no se sabe si a conquistar toda esta zona fértil para el cultivo y el ganado, gracias al abundante agua que posee. Abla fue para los romanos Abula y más tarde Alba, y aquí dejaron una importante huella, como el pedestal de Avitiano, junto a la ermita de San Antón. Con él se quiso homenajear a un tribuno romano que por aquí pasó. Con la reconquista cristiana de Abla se le colocó una cruz encima. El mausoleo romano, que hablaremos de él más adelante es la obra romana por excelencia en este pueblo, pero no el único, con el mismo valor artístico que el mausoleo o el pedestal, existen esculturas de mármol, piezas de cerámica, monedas, etc. que atestiguan su brillante pasado.

Calle Real Alta.
Pasear por las calles de Abla es hacerlo sobre un libro abierto de historia o un museo al aire libre, algunas de sus calles son intrincadas y de difícil acceso, "calle Amargura" nos previene una de ellas antes de subirla. Por lo general, la vida gira en torno a la plaza, donde nace la calle Real Alta que atraviesa el edificio consistorial por debajo mediante un arco. Esta avenida larga pero estrecha nos enseña el tipo de arquitectura popular con casas de dos plantas primero, y más tarde de una sola planta si bien te alejas del centro urbano. Si aprieta la sed, el caño de los granaillos es un buen consuelo, con agua fresca y clara. Aquí las vistas acompañan, la cuenca del río Nacimiento fascina con sus huertos de olivos y árboles frutales. Y, cómo no, las cumbres de sierra Nevada a lo alto.

Para los más obstinados con el patrimonio histórico, más ejemplos; el escudo de armas de Alonso Bazán o el bajorrelieve de la iglesia de la Anunciación. Éste último imita un pórtico clásico muy detallado, de autor desconocido, tal obra es digna de admiración, tanto que es uno de los mayores focos de atención de esta iglesia del siglo XVII, en lo que se refiere a su arquitectura. La construcción de la misma se hizo sobre el solar de la original, quemada y saqueada durante la revuelta de los moriscos. La iglesia no fue la única que sufrió las revueltas, se dice que durante estos días los moriscos no dejaban a ningún cristiano con vida si estaba a su alcance.

Vega del río Nacimeinto, Abrucena y las cumbres de sierra Nevada en lo alto.
Bajorrelieve de la iglesia de la Anunciación.
El primero en la lista de municipios de Almería, ordenados alfabéticamente, también es uno de los primeros pueblos que vemos cuando venimos por la autovía desde Granada. Quizá éstas sólo sean pequeñas coincidencias históricas. Donde si se ha trabajado para ser los primeros ha sido en la universalización de internet, siendo el pueblo mejor conectado de España en el siglo XXI, según afirman algunos. Abla conjuga a la perfección un rico pasado con un futuro prometedor que es más bien presente. Su abundante patrimonio histórico se combina con la innovación en las últimas y más nuevas tecnologías, convirtiéndose en uno de los los lugares rurales más importantes en el ámbito de internet a nivel nacional. El primer Encuentro Rural de Blogs, celebrado en Abla en 2008 tuvo repercusión mediática en toda España, siendo noticia en diarios e informativos. Abla también recibió el premio "Pueblo conectado" junto a otros cuatro de toda España, concebido por la fundación de Antena 3 por los méritos de acercar internet a todos los habitantes de un municipio de sus características a los pies de sierra Nevada. Televisión Española dedicó un programa "Conectando España" con Abla como protagonista, en él se mostraba la importancia de las telecomunicaciones en la vida cotidiana de un pueblo rural.
Panorámica de Abla desde la explanada de la ermita de los Santos Mártires.

La Maravilla

Mausoleo romano del siglo II.
Hay dos construcciones en el municipio que hacen destacar a Abla sobre el resto en el panorama provincial. Una de ellas es el Mausoleo romano, muy pegado a la carretera. En la actualidad no presenta su estado original ya que ha sufrido varias transformaciones que no han dejado indiferente a nadie. Mucho se ha hablado y se habla del cambio tan radical que ha dado este monumento. Resulta curioso como en un pueblo de arquitectura tradicional de casas blancas y encaladas restauran su joya arquitectónica de esta manera tan libre, intentando imitar lo que pudo ser el modelo real. Guste o no guste la remodelación, siempre habrá vecinos defensores y detractores, eso sí, al sano juicio de cada uno.

Aunque la historia se haya borrado de sus paredes, ésta siempre permanecerá inalterable y nos ha llegado a nuestros días verificando que Abla era un lugar muy transitado durante el Imperio Romano y por ello decidieron establecerse aquí como población. El mausoleo es el mayor legado que dejó esta civilización en Abla, data del siglo II y en él se dio sepultura a una persona, presumiblemente de buena posición social. Se conservan muy pocas construcciones similares en la península. Utilizado por los musulmanes como torreón defensivo, con la llegada del cristianismo se convirtió en templo dedicado a San Sebastián. Se le denominó comúnmente la "ermita de los moros".

La otra gran atracción arquitectónica es la ermita de los Santos Mártires, su importancia radica en su historia. Se construyó en el siglo XVII, sobre los restos de la ermita original, en el mismo siglo que habían sido declarados patronos de Abla a los Santos Mártires Apolo, Isacio y Crotato. Su fachada va a juego con la importancia religiosa, envuelta con dos torres gemelas que dan imagen de grandiosidad y un pórtico que hace de entrada al edificio, con tres arcos de medio punto. Desde la explanada de la ermita, el sentido de la vista otea a su antojo. Abrucena en la parte alta de la izquierda, casi diseminada. La sierra de los Filabres, al fondo, con sus molinos de viento. Y enfrente, las casas inclinadas y blancas, muy blancas, desde donde los abulenses miran cada tarde el ocaso, siendo este digo de ser visto.
Ermita de los Santos Mártires, junto a la carretera que lleva a Ohanes.

13 de octubre de 2015

Turre, sainete de sierra Cabrera

Entrada de Turre por el río Aguas.
Donde las pendientes se suavizan y lo abrupto queda en las alturas, capaz de conjugar el buen gusto y la innovación, con el respeto del entorno y la tradición, allí está Turre, como ese sabor dulce y suave que te deja un gofre después de una comida exquisita. Para la fundación de Turre se eligió un prado extenso en las últimas estribaciones de sierra Cabrera antes de llegar al mar. De eso debe hacer ya muchos siglos, ya que hay pruebas irrefutables donde remitirse que atestiguan un pasado prehistórico, romano o musulmán. Éstos últimos permanecieron en Turre durante generaciones hasta su expulsión de la península Ibérica.

Turre es dueño y señor de una sierra que mira al Mediterráneo, con una altitud máxima que llegar a rozar los mil metros. En el subsuelo se encuentran numerosas galerías naturales que se han ido formando con el paso del tiempo. Esta sierra siempre ha sido generosa en minerales, sobretodo el hierro, que se lleva extrayendo desde épocas fenicias y cartaginesas. Los poblados originales que la habitaban fueron desapareciendo, algunos de ellos como Teresa o Cabrera quedaron abandonados en su totalidad, de la noche a la mañana, con la huida masiva de moriscos hacia África. Tras su repoblación en varios intentos, quedaron abandonados definitivamente tras la Guerra Civil Española, cuando sus habitantes marcharon en busca de una vida mejor a nuevos lugares más prósperos. A día de hoy, son urbanizaciones lujosas como Cortijo Grande o Cortijo Cabrera, las que tienen cabida en esta misteriosa sierra tan querida. 
Fuente pública de Turre, en pleno casco urbano del municipio.
El campanario de la iglesia hace de guía.
En las provincias del sureste español vivieron los últimos musulmanes de la península hasta que los Reyes Católicos vinieron, in situ, a expulsarles de sus tierras, a finales del siglo XV. En el siglo siguiente, los pocos que se negaron a marcharse de la que era su tierra y a renunciar de su religión se refugiaron en las Alpujarras. Se les conoce como moriscos y uno de sus últimos líderes, Aben Humeya, luchó con insistencia, aún a sabiendas de que su rival era mucho más fuerte que él. Para pedir refuerzos al rey de Marruecos, Aben Humeya mandó a un joven de Turre llamado Hambrel, el cual ofreció voluntariamente su barca para cruzar el Mediterráneo en busca de ayuda. Allí le recibió el rey de Marruecos, que se negó a ayudarles con la sensatez que da tener mucho que perder y poco que ganar ante un enemigo como Felipe II. De este modo, Hambrel volvió a Almería con pesadumbre por no ayudar a los suyos, pero se convirtió en mensajero entre el moro más poderoso de España y su homólogo en el norte de África. Llegó a dar varios viajes en su barca, con el riesgo que eso conllevaba en un mar infestado de soldados cristianos. En una de esas travesías, Hambrel marchó hacia África y ya nunca se volvió a saber de él.

Posteriormente, con la Paz de las Alpujarras y la revuelta apaciguada, el mar que antes estaba plagado de soldados cristianos se tornaría en un mar plagado de piratas berberiscos, algunos de ellos moriscos expulsados que conocían al dedillo las costas y los pueblos de Almería, saqueando todo lo que quedaba a su alcance. Estas historias y muchas más parecen contarnos las vetustas paredes de los despoblados de Teresa o Cabrera, testigos inertes de todo lo que aquí pasó y que hoy se esconden entre los retamares, luchando por recuperar sus años de esplendor.
Casa consistorial del municipio de Turre.
Caracoles recién cogidos en Turre.
Como buen pueblo del Levante Almeriense, Turre atrae a turistas durante todo el año. A lo mejor no tantos como sus vecinos Mojácar, Garrucha o Vera, seguramente debido a la inexistencia de playa en el municipio, ya que pocas cosas más le faltan a Turre. Con su ribera del río Aguas, sus barrios auténticos, su excelsa Iglesia o las cuevas de sierra Cabrera, que se cuentan por decenas y esperamos que algún día éstas abran al público para ser contempladas. 

Su casco urbano comienza cruzando el puente sobre el río Aguas, aunque también puede hacerse por Mojácar. Lo primero que vemos es una ancha avenida llena de bares y restaurantes. Lugares privilegiados para la degustación de los mejores caracoles en salsa de la provincia. Los gasterópodos son cogidos uno a uno por los propios habitantes del pueblo en los bancales y campos cercanos.

Casas pintorescas.
El edificio del Ayuntamiento es buena prueba de la elegancia de las numerosas casas señoriales con las que cuenta el municipio, con grandes balconadas, ventanas de forja y puertas de madera. En lo alto, un reloj marca las horas. Hasta las 7:00 de la mañana, nos dice una señal, que no podemos llenar garrafas de agua de la fuente pública, junto a la casa consistorial. De estilo neoárabe muy andaluz, esta fuente suele aglutinar a muchas personas durante el día, a la sombra de los ficus.

La iglesia de la Purísima Concepción es el orgullo de los turreros, por sus dimensiones podemos decir que es de las más grandes de la zona y su aspecto clásico le da un apariencia antigua, pero no es así, es relativamente joven, construida en el siglo XIX, tras el derrumbe de la anterior parroquia. En la actualidad ha estado en las portadas de todo el mundo por una de sus vidrieras que representa la concepción de la Virgen, de una manera poco vista anteriormente en una iglesia. En la vidriera se representa el útero, un ovario y un feto en gestación desde el punto de vista científico.
Panorámica de Turre desde la ermita de San Francisco.

La Maravilla

Calles tranquilas con la ermita y la sierra de fondo.
Ascendiendo a la parte más alta del casco urbano de Turre nos encontramos lo más castizo del lugar. Aquí las personas charlan en sus puertas, pasean a sus mascotas o escuchan el flamenco que tanto les gusta. En los patios de las casas lo mismo encontramos una ristra de ajos, un colgajo de pimientos o sacos de caracoles recién cogidos entre los humedales próximos a la zona. En la cima de Turre, por así decirlo, está la ermita coronando las vistas al horizonte. Es difícil explicar todo lo que aquí se ve, mejor es disfrutarlo que contarlo. Como una sucesión de puntos cardinales observamos desde aquí emblemáticos lugares de la comarca de Levante; la ermita del Cabezo de María, en Antas. El cristo de Vera. La chimenea de Garrucha. Mojácar Pueblo. Y mucho más.

El edificio religioso que tiene la suerte de asentarse en este lugar de mágicas vistas es la ermita de San Francisco, de una sola nave como se aprecia desde el exterior. Está construída a base de piedra y cal, formando recios muros que llevan en pie desde el siglo XVII.
Ermita de San Francisco de Turre.